viernes, 5 de octubre de 2007

Regla para el buen gobierno o la sana convivencia social

"En lo necesario, unidad. En lo dudoso, libertad. Pero en todo, caridad".
San Agustín.

Me pareció que esta frase capta la esencia de aquello necesario como principio para el buen entendimiento entre los hombres y una buena labor de quienes tienen a su cuidado la conducción de la sociedad. Esta es en definitiva la meta a la cual todos debieramos esperar.

viernes, 28 de septiembre de 2007

Breve comentario sobre el "femicidio"

Con respecto a los lamentables homicidios de mujeres en los últimos meses, creo que es necesario hacer un llamado a la mesura y el raciocinio con respecto a la posible "solución"que se plantea.

Debemos preguntarnos primero si esta situación de más de 40 asesinatos en lo que va del año es una circunstancia nueva que pareciera estar experimentando un súbito brote en nuestro país o más bien responde a una exaltación de las noticias, en circunstancias de que esto ha venido sucediendo hace algún tiempo sin mayor atención y que hoy cobra relevancia a partir de la promoción del absurdo proyecto del femicidio. La comisión de un homicidio, parricidio o uxoricidio, según sea el caso, ciertamente es un hecho terrible que nos horroriza a todos. Pero pareciera ser que el impulsar como medida la creación de este nuevo tipo penal (que todos hoy utilizan indiscriminadamente en su lenguaje como si esto existiera siendo que no es así) de ninguna forma resuelve el problema en cuanto ataca al mismo no por sus causas sino que por sus efectos, de manera que el daño de todos modos ya está hecho. Pareciera ser absurdo que un hombre que ha llegado a un estado mental, sea cual sea el motivo, en que es capaz de matar a otro ser humano, más aún su esposa o pareja, no dejará de cometer el delito motivado por el temor de una pena más elevada (sino podemos preguntarle a cualquier penalista que desee responder).

Una medida de esta naturaleza no ayuda a resolver este grave problema y sin embargo pareciera que todos los actores de la sociedad han caído presos de su embrujo como si ésta fuera una panacea que a esto pondrá fin. El derecho penal es una materia en extremo importante en virtud de sus consecuencias como para ser el espacio elegido con miras a plantear "agendas de género". Seguiremos bajo un engaño, y sin solución al problema, si se siguen empecinando en resolver los problemas por sus efectos y no así por sus causas.

sábado, 22 de septiembre de 2007

SIN EXCUSAS


El "no estar ni ahí" parece haber sido el concepto que mejor interpretaba a la juventud de nuestro país hace algunos años atrás. Pero este concepto es por cierto muy engañoso. Si ahondamos un poco en el sentir y el razonar de nuestros compañeros generacionales, es común escuchar de su parte (y hasta hace algún tiempo yo mismo me incluía en este sentir) que la política no nos representa, que las peleas parecen ser superficiales en comparación a los grandes problemas que hoy nos aquejan como nación, como la escandalizante pobreza de algunos de nuestros hermanos (de paso dejando entrever que efectivamente existe al menos cierta concepción de la interconexión existente entre cada individuo que compone la sociedad) y que hoy no aparece como una alternativa atractiva dedicarse a la política para cambiar esta situación.

Al respecto es mucho lo que podemos decir y requiere necesariamente que analicemos este problema desde distintas aristas.

El gran problema de nuestra generación es que esperamos constantemente el ser llamados con nombre y apellido a hacernos parte de la solución. Esta situación inevitablemente nos lleva a la inactividad ya que ese llamado probablemente jamás llegará. Pero no podemos echarle la culpa simplemente a la apatía de nuestros pares puesto que esto sería en extremo injusto. Si bien en gran medida es así, no es menos cierto que la culpa también la tiene el sistema. Al vivir hoy en una democracia liberal (que aparentemente muy pocos cuestionan en lo abstracto pero al exponer sus falencias esta cae por su propio peso) la participación en política, para todos aquellos que no estén dispuestos de sacrificar sus vidas para volverse un actor relevante (¿Quién en su sano juicio querría hacerlo? Hoy en Chile, el tener intenciones de participar en política es como reconocer frente a nuestros padres que queremos ser futbolistas profesionales), se ve relegada a nada más que la posibilidad de emitir un misero e insignificante voto cada cuatro años, debiendo sentirnos satisfechos porque hemos sido partícipes de la gran "fiesta de la democracia". ¡¿Hay alguien que opine que esto debiera dejarnos conformes?! Si es así entonces mi exposición carece de fundamento alguno y quien así lo crea entonces puede dejar de leer en este momento. Para los que no estén conformes les digo que nos han robado parte de nuestra esencia como seres humanos y lo que es peor, han dejado a la mayoría con una sensación de complacencia en el proceso. Nos vemos forzados a vivir bajo un sistema que, teniendo como aliado el individualismo exacerbado de nuestra sociedad, nos ha reducido a la más mínima esfera del actuar, en que lo único que nos queda por determinar (y si es que acaso nos queda eso) es nuestro propio actuar y lo que nosotros, de forma egoísta, podemos esperar del sistema, sin instarnos a preguntar que podemos entregar nosotros a cambio (me trae a la memoria las palabras de John F. Kennedy, que en algún momento de la historia increpó a sus compatriotas a dejar de preguntarse que es lo que su país podía hacer por ellos sino que podían hacer ellos por su país). Y este deber de retribuir hacia nuestra sociedad no parece ser una obligación gravosa, si consideramos que es parte de la esencia del ser humano el querer participar de la conducción de su sociedad, el hacer sentir su presencia en las sociedad humanas que él mismo compone, comenzando por la propia familia y continuando en sus grupos de amigos, su escuela, su universidad y en último término, por supuesto, su país. Incluso me atrevo a decir, y por lo demás es precisamente lo que motiva a escribir estas líneas, que hoy los jóvenes lo pedimos a gritos y sin embargo no conseguimos resultados.

El panorama actual es sin duda gris si lo planteamos en estos términos pero, como a la clase política le fascina enfatizar, no constituye sino una fotografía de un momento en el tiempo. Hay en definitiva esperanza para un futuro mejor, en particular porque la naturaleza del hombre y de las cosas se encuentra de nuestro lado. Y la naturaleza y en definitiva Dios, en su infinita sabiduría, es imbatible. Tal como digo, jamás podremos ser excluidos de aquello que por esencia pertenece a todos los hombres y de lo cual todos son naturalmente parte (no existe hombre alguno que no pertenezca al menos a una sociedad). Siempre encontraremos en el corazón de los hombres el deseo de construir y contribuir al funcionamiento correcto y ordenado del entramado de la sociedad, incluso si a ratos se encuentra nublado o acallado por el individualismo o el materialismo (o en este caso, un sistema que no nos permite participar si no es por la vía de grupos artificiales que por su naturaleza excluyen al hombre de lo que ese suyo por naturaleza).

¿Cómo podemos proceder entonces? Indudablemente se presenta como un objetivo bastante difícil el derrotar un sistema que se encuentra tan arraigado en la consciencia colectiva de la humanidad. Pero bajo ningún respecto es imposible. No si tenemos en cuenta siempre que este sistema de ninguna forma constituye un dogma ni está escrito sobre tablas de piedra. Pero si en cambio requiere de sacrificio y paciencia, virtud que escasea en la juventud, pero que por el bien de nuestra sociedad y nuestra empresa debemos desarrollar. Nuestra tarea requiere en primer lugar que todos los que asumamos esta misión adoptemos de forma radical los principios que llevamos como bandera a nuestro diario vivir. Darnos cuenta que para lograr una sociedad justa y virtuosa los primeros en desarrollar la justicia y la virtud debemos ser nosotros mismos para con nosotros. Buscar la virtud para nosotros mismos. En segundo término debemos ser capaces de desarrollar nuestras relaciones humanas naturales, como con nuestras familias y nuestros amigos, de forma justa y solidaria, comprendiendo siempre que cuanto o más importante que nuestro propio bien, es el bien de la comunidad, que para ser alcanzado requiere que seamos justos y honestos en nuestra interacción fraterna. Y en tercer término (y para todos aquellos que crean que estas soluciones parecieran ser muy abstractas), debemos dejar de estar sentados esperando llamados a contribuir y ser nosotros los que hagamos el llamado. Recuperemos esos espacios que nunca podrán quitarnos. Entendamos que los espacios de participación en nuestra sociedad están presentes para todos los que quieran buscarlos. Que es tan importante el servir en un Centro de Alumnos como es el preocuparnos de ayudar a la paz y bienestar de nuestra familia. Que el trabajar en una empresa para poder mantener a mi familia es de igual forma un aporte como el de quien decide participar activamente de su junta de vecinos. Que aquél abogado joven que se da cuenta que puede contribuir a Chile dirigiendo desde el Colegio de Abogados debe hacerlo por el bien común. Que todas estas formas de participación contribuyen al bien común en la medida que se trabaje por el bien de toda la comunidad, siempre procurando la justicia y la prudencia. Que los cambios de nuestra sociedad sólo pueden darse en la medida que todos aquellos que alguna vez dijimos "no estoy ni ahí" cambiemos nuestro discurso a un "aquí estoy", siempre dispuesto a servir a Chile, para que algún día, con esfuerzo y perseverancia, vivamos en una sociedad no ideologizada, más justa, más humana, en fin, más Cristiana.